miércoles, 20 de enero de 2016

La cultura en el negocio, o el negocio en la cultura

Todavía se sigue fabricando imaginario colectivo con la tragedia del Titanic. El primer gran crucero de lujo, que había batido todos los récords (el buque más rápido, el más grande, el que más personas podía llevar, el más lujoso...) se hundió sin remedio en el fondo del mar llevándose la vida de muchas personas y dejando historias tiernas, amorosas, pasionales, solidarias, pero sobre todo, trágicas. La muestra Titanic: The exhibition, expuesta en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, demuestra que se puede seguir creando imaginario del trágico accidente, que se puede seguir "sacando chicha" de aquel suceso. Se suma, de esta manera, a las películas, cuadros, fotografías y demás representaciones y alegorías que han ido sucediéndose durante más de un siglo. La exposición no tiene nada que objetar; la recreación del ambiente es fantástica, un ambiente en el que se mezclan objetos reales rescatados del fondo del mar con otros de atrezzo que completan la escenificación. El recorrido audiovisual también es bastante completo, así como la cantidad de datos que se manejan y lo bien explicada que está la tragedia. Hasta ahí la parte didáctica, la cultural. Cualquiera que se centrara en estos aspectos acertaría de pleno si dijera que se habla de una exposición didáctica, de cultura.

Sin embargo, algo parece no encajar con el mundo cultural propiamente dicho, cuando, en un momento determinado, te encuentras con una figura de lo que parece el capitán del barco (que es idéntico al actor de la película homónima, quién sabe si mi imaginario me jugó una mala pasada o el capitán era realmente igual al de la película); además, las historias tienen un componente personal, son una narración perfecta de la tragedia hecha serie de televisión, con guiones cargados de romance, pasión, dolor... algo que se sale del didactismo histórico. Pero cuando uno se da realmente cuenta de dónde está es en el momento de la foto en la cubierta simulada del barco; o, mejor dicho, el moemnto es cuando sacas la billetera para pagar los cinco euros que cuesta la imagen. Ppuro negocio hecho didactismo. O didactismo y cultura hechos negocio, he ahí el fondo de la cuestión. Las exposiciones comerciales forman parte del negocio, ya que son en sí mismas un producto que se compra, se vende... La muestra no es una muestra cualquiera, una serie de cuadros de Duchamp o Kandinsky, sino que todo se parece más al decorado de una película que al interior de un museo o un centro cultural. Durante el recorrido, bastante más largo que el de una exposición habitual, te encuentras sumido en una película, una sensación que la famosa película de Cameron te ayuda a reforzar, algo que no se le ha escapado a los encargados de la muestra.

¿Está el negocio, el mercado propiamente dicho, controlando también la cultura?, o ¿está la cultura aprovechándose de las estructuras y herramientas, de los medios del negocio? La cultura, como todas las crreaciones de la humanidad, y la humanidad en sí, se ha visto subyugada a depender de los mercados y de la economía, por lo que no sería de extrañar que utilizara las mismas herramientas que cualquier marca o producto para salir adelante. Pero también se puede pensar que son los infinitos tentáculos del mercado los que han atrapado a la cándida e inocente cultura, que se pervierte con escenarios sacados de película e historias adulteradas para que causen un mayor impacto en los ya de por sí sorprendidos (recordad que y han visto la película) visitantes. Sea cual fuere el caso, estamos ante un nuevo paradigma. La exposición es entretenida porque pertenece al entretenimiento y se nutre del mismo. Llamarla cultura supondrá un sacrilegio para algunos, algo extraño para otros y algo perfectamente normal para el resto. Lo que está claro es que separar el binomio cultura y negocio cada vez se hace más difícil, y más cuando el auténtico capitán del Titanic (juzgad si es el de la película o no) te recibe a la entrada de la exposición, en cuyo final te espera una foto para inmortalizar que una vez fuiste parte del Titanic, de la película.




1 comentario:

  1. Alexis amigo el negocio esta en todas partes... la cultura lamentablemente no esta exenta, lo malo es como la influencia de los empresarios culturales merma en extremo el talento y el poder creativo de quienes creemos en realidad en el desarrollo cultural para las nuevas generaciones y un mundo mejor... por eso disfruto tanto cada uno de mis viajes a Tailandia pues en las calles se huele cultura de la real, de la que viene de los zonas más desposeídas y que respira en cada pieza la autenticidad cultural que solo se puede expresar cuando se ama lo que se hace.

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